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Se acaban las vacaciones y volvemos al trabajo. Esto supone dos cosas: que hemos tenido vacaciones y que tenemos trabajo. Pero…Volvemos al trabajo y nos estresamos!!!

¿Es normal deprimirse o estresarse cuando volvemos de vacaciones? Una amiga mía dice que “el arte de trabajar es el arte de descansar”. Después de todo un año de trabajo, las vacaciones representan un descanso merecido, deseado, necesario. Todas las obligaciones, responsabilidades, ocupaciones y preocupaciones ceden, dejan paso a una actitud vital de delegación, de búsqueda de lo lúdico, de lo relajante, divertido, disfrutable… Es decir, damos un cambio de 180· en nuestro estilo de vida, a nuestra disposición mental.

Pasamos las vacaciones realizando actividades que nos gustan, aquellas que no hemos podido realizar en otros momentos, cuando el ritmo de vida no nos lo permite. De este modo, en vacaciones vamos a la playa, a la montaña, al pueblo, hacemos turismo, tomamos el sol vuelta y vuelta, nos bañamos, nadamos, leemos, dormimos, descansamos, nos nutrimos, nos relacionamos, amamos. En definitiva, nos reparamos y sanamos del ritmo cotidiano que en demasiadas ocasiones es frenético. Así, las vacaciones se convierten, en aquel periodo en el que nos resarcimos de todo aquello que nos gusta y que no hemos podido hacer ¡Como Dios manda!

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Y cuando por fin, nos hemos desenganchado del trabajo, de las preocupaciones, nos hemos conectado con esta disposición lúdica en cuanto a la forma de estar…  Volvemos de vacaciones!!! Volvemos a nuestros quehaceres habituales, regresamos a nuestro trabajo, al ritmo cotidiano frenético de familia, estudios, trabajo, temas pendientes, ocupaciones y preocupaciones. Visto de este modo, ¿Quién no pasaría por una cierta vivencia de estrés y/o de “bajón”?

El lenguaje es sabio: la expresión que utilizamos popularmente cuando describimos este tipo de situaciones es: “estoy de bajón”.  O “estoy con estrés postvacacional”. Por tanto, respondiendo a la pregunta: normal, frecuente, coherente, son adjetivos que van ligados a ese pequeño bajón que tenemos cuando terminan las vacaciones. Estar triste un pequeño periodo de tiempo, de horas o incluso hasta un par de días por lo dejado atrás, es signo de que hemos vivido a flor de piel, que hemos vivido plenamente, que hemos disfrutado.

Pero no solo es lo que dejamos atrás durante las vacaciones. Además en vacaciones hemos entrado en un proceso que podríamos llamar de “pseudo desresponsabilización”. Cuando llega el momento de volver, nos situamos en 180· de giro para entrar en la orbita de asumir tareas, resolver problemas, tomar de decisiones, etc, es decir, nos ponemos de nuevo en modo “afrontar”. Y a pesar de que tiene grandes beneficios a corto, medio y largo plazo, también tiene un efectos indeseables a corto plazo: nos ponemos tensos, estamos incómodos, se produce activación fisiológica, en ocasiones se puede sentir miedo ante el cambio de orbita, por lo nuevo, por la incertidumbre, porque vienen los fantasmas que nos asustan cuando dicen que no podemos, que no somos suficientemente buenos y competentes.¡Esos malvados fantasmas que afuera nadie ve y que nosotros sentimos muy vivos dentro!

Seguro que en muchas ocasiones habréis escuchado aquello que se oye tanto a la vuelta de vacaciones…“¿Qué tal? ¿Como estas? se acabaron las vacaciones, ¡verdad!, ahora ya de vuelta a la realidad…” La vuelta a la realidad. ¡Cuanto contenido en cinco palabras! Volver a la rutina, a lo cotidiano, a los ritmos y procesos de siempre. ¡Se acabó el relax! ¡Se acabo la fiesta! Vuelta a los quehaceres cotidianos, vuelta al colegio, vuelta al trabajo, etc… Cambia de nuevo la alimentación, cambia el descanso, cambia el tiempo y la manera de relacionarnos con las personas que queremos, cambian los horarios, ¡cambian los ritmos! Cambian en definitiva la mayoría de los pilares que afianzan nuestro “suelo vital”. Son pilares sutiles que solo si nos paramos a pensar en ellos podemos observar, pero están ahí. Y al volver de vacaciones esos pilares sutiles están sometidos a turbulencias debido al cambio de orbita.

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El arte del equilibrio mental, de algún modo también es el arte del equilibrio en lo sutil. De este modo, la “vuelta a la realidad” determina cambios sutiles que nos pueden afectar y que pueden estar sustentando esas vivencias de “estrés postvacacional” sin que seamos del todo conscientes.  Por ejemplo, el descanso que es uno de los pilares fundamentales del equilibrio mental: volvemos de vacaciones y cambian nuestros horarios de descanso. Hemos trasnochado, nos levantamos tarde, hemos dormido “a pierna suelta”. Ahora, el ritmo nos impone que nos acostemos pronto, nos levantemos antes y en muchas ocasiones que no descansemos del mismo modo al que nuestro cuerpo se ha habituado en vacaciones. Este cambio, puede generar ese pequeño movimiento en lo mental que podríamos interpretar como estrés. Si tenemos en cuenta que a este se pueden sumar otros muchos factores que también cambian, como la alimentación, las relaciones, el medio ambiente, entorno urbano, el tiempo de ocio-trabajo, etc.., tenemos la combinación perfecta para que nos descubramos estresados y de bajón.

Podríamos decir que el ser humano además de muchas cosas, también es pensamiento, sentimiento y vivencia. La subjetividad, la “caja negra” que cada uno llevamos dentro y que tiene que ver con quien somos, de donde venimos y hacia donde vamos, es decir nuestra personalidad, nos particulariza y hace que cada uno de nosotros interprete de forma diferente todo lo que acontece a nuestro alrededor. Este será un factor determinante ante el estrés postvacacional. El ser humano esta lleno de expectativas sobre sí mismo y sobre su entorno. En función de cómo se interpretan los cambios expuestos anteriormente y de cómo se regulen las diferentes expectativas existirá estrés o no, y dependerá la duración e intensidad de este. No es lo mismo afrontar los cambios con una actitud negativa, de miedo al cambio, de retraimiento, de expectativas de no estar en el sitio que te corresponde, etc…a mantener una actitud positiva, con expectativas de que nos va a ir bien, que es emocionante reencontrarse con personas, actividades, etc…

Como vemos, el estrés postvacional tienen muchas pequeñas explicaciones que lo pueden sustentar y que podríamos englobar en:

1º.- Lo perdido, lo vivido que dejamos atrás.

2º.- Los cambios de ritmos, procesos, horarios, etc…

3º.- Tiempo de trabajo versus tiempo de ocio.

4º.- La personalidad, y en función de ella, las vivencias personales y expectativas.

Hemos visto que el estrés postvacional es un pequeño síndrome benigno, casi saludable por lo que implica en el sentido de lo vivido y el duelo que tenemos que elaborar. Pero si el estrés o la melancolía perduran en el tiempo es que algo no está bien. Quizás está costando demasiado elaborar el duelo, quizás sentimos que no tenemos energía para afrontar la nueva temporada, quizás nos asaltan miedos o vivencias de incompetencia frente a lo que tenemos que afrontar en nuestra vida… En ese caso lo aconsejable es hablar con el especialista, y que te asesore en que opciones tienes para darle la vuelta a esta situación y a ese sentimiento de infelicidad o no satisfacción.

En otro momento abordaremos que opciones tenemos para combatir el estrés postvacional. Seguro que puedes intuir que están relacionadas con los cuatro factores generales que hemos expuesto anteriormente. Y nunca está demás que después de hecha toda la reflexión, nos acordemos del concepto “tener trabajo” que tantas cosas implica hoy en día.

Hasta pronto. Un abrazo.

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